lunes, 26 de febrero de 2007

Monadas y burradas


Cuando miras un documental de la 2, después de una buena comida, normalmente te quedas dormido. Pero no es un sueño inmediato, sino que el efecto somnífero se apodera de ti poco a poco hasta que abres los ojos con algún serial latinoamericano de fondo. Debo confesar que el efecto anestésico que estos documentales tienen en mi es proporcional a la comilona que hace instantes acabo de devorar. Esto es, a más comida, menos información que guardo en mi retina. Pero si una cosa siempre me ha quedado clara es que el universo está copado de innumerables especies que, sea por lo que sea, tienen todas ellas rasgos diferenciales. Recuerdo cinco minutos de un documental en que unos monos se mofaban de las gracias de los turistas y su infame manía para fotografiarlos para ir arrinconándolos hasta un barranco y aprovechar, cuando estos caían, para robarles todas sus pertenencias. Creo que era en la Patagonia argentina, aunque mucho me temo que si os digo que era en Islandia os lo vais a creer igual. Bueno, total, que los monos eran bastante cabroncillos. Precisamente lo que les hacía diferentes a otras especies de monos, como el narigudo, el chimpancé, o el orangután, es su mala leche o su desesperación con la raza humana.

Esto lo digo porque yo a veces me siento uno de estos monos y me desespero con algunos de los personajes humanos que inundan nuestro hábitat natural. Hay una tipología de ser humano al que quiero analizar con especial atención. Lo podríamos llamar Pasotus Humanus Forrus (me paso por el forro a todos los demás en nuestro idioma). Sí, como lo leen. Esta raza existe y tienen una variedad incalculable de especies. Viven con nosotros y es fácil advertir-los porqué poseen actitudes muy comunes. Hoy no voy a perder el tiempo definiendo todas las variedades que he detectado en este tiempo, pero sí me gustaría pararme en una de ellas. Su hábitat natural es el metro, y le gusta salir especialmente cuando en los vagones ya no cabe ni una aguja.

Ocho y media de la mañana. Vuelve a sonar ese tititititi del metro que casi te despierta más que ese despertador al que ya has hecho callar a golpes hace unos minutos. Es el aviso de que el metro va a cerrar sus puertas aunque haya gente que se empeñe en emular a los luchadores de zumo para conseguir el objetivo de entrar en el tren y no tener que esperar…¡dos minutos más! Aguantas los empujones y empiezas a jugar a ese juego que te deleitaba cuando eras pequeño, el enredos. Maravilloso. Mano derecha en la cabeza del señor de rojo y corbata, pie izquierdo, debajo del perro del segurata del metro, mano izquierda y apuntes, en la boca del niño que confunde tu carpeta con el bollicao que le dan en el cole. Son unos minutos de tensión en los que intentas recomponer tu cuerpo y elegir una postura que no acabe con un esguince que te acompañará toda la semana. Finalmente lo consigues. Recobras el aliento, te das cuenta que toda la colonia que te has echado ya no sirve de nada porque llevas la de la señora de la dentadura postiza y miras firmemente al frente aguantando el aire como lo hizo Ronaldinho el otro día al sacarse la camiseta. Y ahí es cuando le ves. Unos metros más alejado de ti, un espécimen humano, con el periódico abierto de par a par y todo el espacio del mundo para comentar consigo mismo el porqué del último atentado terrorista en Bagdad. Y no se te ocurra rozarle un pelo y doblarle la parte superior derecha del diario porque encima te mira mal. Es normal, necesita su espacio para leer la prensa mientras los demás intentamos no cruzarnos las miradas ante el último roce involuntario sobre el trasero de la señorita de azul.

Ante la presencia de esta tipología humana, tres son las recomendaciones que yo os puedo hacer. La primera es fingir un resfriado, coger fuerte aire por la nariz y estornudar encima del periódico a la par que pronunciamos estas palabras mirando firmemente al tipejo:
hay que ver, está el mundo hecho un moco
.
Si esta estrategia no os convence está una de más radical que consiste en colocarte junto al personaje en cuestión y leer las noticias en voz alta haciendo comentarios estúpidos sobre las mismas.
Hay que ver como está el mundo. Usted cree que necesitamos armas de destrucción masiva teniendo cada día a la cadena COPE?
Finalmente, está la opción de los monos listillos a los que hemos descrito anteriormente. Te colocas sutilmente detrás del sujeto (no confundir con el predicado que normalmente es otra especie), haces ver que tienes prisa por salir porqué bajas a la siguiente parada y cuando el tipo amablemente se decida a bajar para dejarte el paso libre, le robas el periódico al tiempo que se cierran las puertas. Y os preguntaréis ¿qué conseguimos con esto? Bueno, técnicamente nada, porque probablemente al daros la vuelta habrá otro tío leyendo el mismo periódico de par en par. Pero al menos durante dos paradas tendremos tiempo de ver que no tenemos in idea de hacer sudokus. O sinó, ¿qué diablos harán los monos con la cámara de fotos?

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